La humillación es tan terrible como la tortura

Por Ana María Mariani*

Se palpaba en las calles. Lo sentía en la piel cada ciudadano. Era un final anunciado.
Los secuestros, los allanamientos, las muertes presagiaban que lo que se avecinaba no sería nada bueno.
Y llegó el fatídico día. Bajo las órdenes del entonces general Luciano Benjamín Menéndez, a cargo del Tercer Cuerpo de Ejército, el 24 de marzo de 1976 se generalizó lo que ya había comenzado a ejecutarse desde hacía tiempo.
Y si en algo se destacó nuestra provincia fue en que el terrorismo de Estado mostró su cara más perversa en los campos de concentración. La Ribera, la Casa de Hidráulica, el D2, la UP1, las comisarías y puestos policiales de distintos lugares de la provincia, y lo que todavía resuena como la máxima encarnación del horror: La Perla, el mayor campo de concentración y exterminio del interior del país.
El grado de humillación que sufrieron todos los secuestrados y desaparecidos, sin excepción, es inenarrable. Pero en el caso de las mujeres, los abusos y la violencia sexual fueron una constante.
Desnudas, y ante la mirada de los represores, sentían la mayor humillación y violencia que una mujer puede sufrir. Los testimonios de muchas sobrevivientes en este aspecto son demasiado crueles, pero merecen ser conocidos por la sociedad: las mantenía atadas de pies y manos al elástico de una cama en la sala de torturas, desnudas y rodeadas de los victimarios que se reían y burlaban mientras las sometían a los tormentos más grandes.
Una de las víctimas relató en el juicio de la megacausa La Perla-La Ribera, que se está llevando a cabo en los Tribunales Federales de la ciudad de Córdoba, que la humillación es tan terrible como la tortura.
Estas prácticas aberrantes buscaban la destrucción psíquica y la afectación de la dignidad de las personas.
Hace bastante tiempo que la Justicia trabaja en ese sentido a partir de los testimonios de la megacausa y está instruyendo una causa sobre estos delitos que podría elevarse a juicio en fecha aún no determinada.
A cada mujer que testimoniaba en la megacausa y que había sufrido abuso sexual el fiscal Facundo Trotta le preguntaba si estaba dispuesta a declarar para esa causa. La mayoría aceptó hacerlo.
Las violaciones y abusos sexuales, al comprobarse que se trataban de una práctica sistemática, han sido equiparados a otras torturas.
Pasaron 40 años, pero el daño que produjo el terrorismo de Estado seguirá latente por mucho tiempo más sobre una sociedad afectada por aquella maquinaria destructora de seres humanos.


*Ana Mariani nació en Santa Rosa, La Pampa, y es periodista. Trabajó en Barcelona para las editoriales Seix Barral y Gustavo Gili, y en Córdoba se desempeñó durante veintiséis años en el diario La Voz del Interior. Por sus investigaciones sobre exhumaciones de desaparecidos realizadas en el cementerio San Vicente, en Córdoba, fue elegida finalista del premio de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano que dirige Gabriel García Márquez. Ganó, entre otros, el Primer Premio Adepa 2002, categoría Bien Público, por sus notas sobre el derecho a la identidad y situaciones irregulares en la entrega de niños en adopción. Es autora del libro La vida por delante. La tragedia de los chicos del Colegio Manuel Belgrano, y coautora de La Perla. Historia y testimonios de un campo de concentración.